sábado, 23 de agosto de 2014

 NUPCIAS DE BOTELLÓN VS. NUPCIAS DE CHATEO

    Huxley, en su artículo «Sex, the Slump, and Salvation» («El sexo, la crisis económica y la salvación») rescata el término «Gin Marriage» acuñado por un popular juez americano de los años  treinta, el magistrado Sabath, para referirse a la moda de bodas rápidas que recorrió casi todas las grandes urbes norteamericanas justo después del crack del 29, cogiendo desprevenidos a pastores, reverendos, curas y magistrados de todos los colores, quienes hasta finales de la década de los 40 oficiaban en un sólo mes  más bodas que misas y actos públicos en todo un año. En 1932, en pleno apogeo de estos novedosos matrimonios, Huxley los define y explica muy gráficamente, seguramente deseando dejar constancia y evidencia escrita de un fenómeno social que, como cualquier otra moda, no tardaría mucho en desvanecerse. Huxley ni añade ni quita ingrediente alguno a estas curiosas nupcias, solamente las describe, y yo prefiero traducir «Gin Marriage» como 'nupcias de botellón' porque
creo que suena acorde con las populares marabuntas humanas desplegadas por toda nuestra geografía cada fin de semana o festivo en honor al dios Baco, dado que, atendiendo a la naturaleza de estas bodas o calentones afectivos, pega mejor 'botellón' que 'ginebra', que, entre otras cosas puede llevar a confusión, pudiendo ser interpretado como un topónimo (la capital financiera de Suiza) o incluso como un nombre propio (el de la infiel esposa del mítico Rey Arturo).  Otra razón de peso para decantarme por 'botellón' es mi humilde conocimiento del «medio»: el popular botellón español es el caldo de cultivo ideal para este tipo de amoríos, encuentros de aquí te pillo y aquí te mato, y hasta de futuras bodas o emparejamientos, porque, si la crisis económica actual en nuestro país hace imposible
todo compromiso matrimonial, la convivencia en pareja —aun con su dosis de complejidad— es mucho más viable y, a día de hoy, una modalidad y alternativa a la boda oficial que va ganando adeptos. Siguiendo esta línea interpretativa, otra posibilidad sería, con buen sentido, «Nupcias de cubalibre o de güiski», tal vez más romántica la expresión, pero destinada a aquellos que si se pagan los cubalibres o güiskis, se supone que también tendrán posibles para permitirse más adelante una boda en toda o en media regla. Eso sí, estos últimos no hacen botellón, estos encuentran a Cupido llorando lágrimas de güiski y lanzando flechas  de alcohol ardiendo indiscriminadamente, a diestro y siniestro, por las discos, tabernas y pubs de toda la geografía patria. Además, forman un círculo, si no más numeroso, significativamente más amplio del espectro social, que empieza a finales de la veintena y se prodiga maravillosamente hasta bien entrado —y en algunos casos bien superado— el medio siglo de edad. En fin, dejo al lector la libertad de traducir como mejor le parezca esta expresión tan gráfica y directa en inglés, «Gin Marriage». A mí se me ocurren unas cuantas más: 'Nupcias de cubalibre'; 'Nupcias de güiski'; 'Nupcias de borrachera'; 'Nupcias de pedo'; bueno, hasta se podría cambiar 'nupcias' por 'boda', o ya que estamos, hasta por 'bodorrio': '¿Bodorrio de cubalibre?' Es manifiesto el componente «social» de la traducción.
     Dejando atrás estas consideraciones traductológicas y sociológicas, volvamos a Huxley, que, por su parte, nos ofrece una sugerente y brillante reflexión sobre este tipo de frenéticos, apasionados, accidentados y descabellados impulsos emocionales, de los que, dicho sea de paso, nadie está libre. Hacia la mitad del artículo define muy brevemente el asunto en cuestión: 

«Unas nupcias de cubalibre son un matrimonio entre un hombre y una mujer que se han conocido en un botellón («drinking party»); que se enamoran a primera vista o en el décimo o décimo primer güisqui; que corren pitando, mientras el amor siga cegándolos totalmente, a casarse con el pastor o el magistrado más a la mano» (En Time and Tide, 21 de mayo de 1932). 

     Pese a la inmensa capacidad visionaria de Huxley, no tenemos constancia documentada donde
augure otro tipo de nupcias igualmente inmediatas, calurosas y vehementes, que podríamos llamar 'nupcias de internet' o de 'chateo', porque, a decir verdad, en internet se empieza 'chateando', y que, a día de hoy, compiten y ganan, según parece por goleada, a las de «botellón». La semana pasada leía un documentado y bien fundado artículo del Daily Telegraph que revelaba que ya en el primer trimestre de 2014 suponían más del 65% las parejas formales (orientadas al matrimonio o vida en pareja) de la Unión Europea que se habían conocido en redes sociales tipo "Badoo", "Match", "Meetic", e incluso "Facebook". Se les olvidó una estadística para las de «botellón», que seguro que, en nuestro país, siguen gozando de muy buena salud, dando así de paso buena fe de Huxley. 
       Si Huxley levantara la cabeza...

sábado, 16 de agosto de 2014

SIGO A MI LÍDER

En un artículo titulado «Follow my Leader», publicado en Vanity Fair en enero de 1924, un joven Huxley de 29 años hablaba de dos tipos de personas: "el líder y el liderado", bueno, esto es simplemente una traducción libre del pesimismo reflejado en el artículo ante la posibilidad de verse obligado a aceptar la existencia de líderes políticos tal vez por la misma condición del ser humano, reacia instintivamente a comprender y aceptar su posición en el mundo sin líderes, sin gobiernos, sin intereses creados para satisfacer el ego, el ansia o la ambición de unos pocos. Según
Huxley, en la historia de la humanidad, brillan por su ausencia líderes políticos cultos, la inmensa mayoría se caracteriza por una discreta inteligencia y, lo que es peor, escasa formación cultural. 
De ahí que concluya con que para ser político y aspirar al éxito del líder no hace falta ser inteligente ni honrado, sino elocuente y apasionado. También es cierto que todo aquel que tenga serias aspiraciones políticas encontrará en estas acertadas y sabias reflexiones un sinóptico manual que le garantizará el éxito en sus ansias de poder. Huxley ofrece algunas de las claves para este "animal político": Ha de ser "valiente y resolutivo", aunque por delante se lleve, con pólvora o falsas promesas, a toda una sociedad; pero, también ha de cultivar, alimentar y bendecir los prejuicios sociales del momento. ¿Qué filósofo, sabio o científico honrado sería capaz de vivir su propia vida en semejante mentira? La pregunta es una respuesta que revela la resignación del joven
Huxley a aceptar un futuro liderado por inútiles, meapilas, paralíticos mentales, bellacos, chorizos, fantoches, sablistas, parásitos, bajamaneros, quinquis, golfantes, papanatas, cafres, villanos, mamelucos, zopencos, perdonavidas, fanfarrias, atildados, marisabidillas, puritanos, zamacucos, fantasmones, babiecas, reptiles, somormujos, felones, espurios, teloneros, babosos, chupapiedras... ¿Porque? porque «nuestros líderes pertenecen a las clases respetables» y ante la ausencia o falta de una sabia administración —que el líder desconoce o desestima—, sólo nos queda «rezar», y si el rezo es el último clavo ardiendo al que recurre un convencido ateo como Huxley, ¿qué o a quién "seguimos" los demás? 

jueves, 14 de agosto de 2014

LA EDUCACIÓN VERSUS NACIONALISMOS
«En muchos países y para muchos de sus habitantes, el nacionalismo es una fe cínica de la que sus creyentes rara vez son conscientes» («The Substitutes for Religion», Proper Studies (1917).

¿Y Huxley qué opinaba del nacionalismo? El siguiente artículo aparecido en ABC en marzo del presente: «De Camba a De Gaulle, pasando por Huxley y Unamuno: intelectuales contra el nacionalismo», cita una de las escasas o casi inexistentes opiniones de nuestro visionario autor acerca de los nacionalismos, que no por ello
deja de ser interesante: «Tanto el capitalismo como el nacionalismo son frutos de la obsesión por el poder, el éxito y la posición social», recogido de su ensayo "Ends and Means" (1937). Pero la verdad sea dicha, Huxley no dedicó excesiva importancia al concepto "nacionalismo", para él algo absolutamente caduco y desfasado. Huxley iba unos peldaños por delante, a la búsqueda de la utopía buena, de la verdadera, la que, según él, sólo reside en el Anarquismo; es decir, en la extinción de la casta política y de cualquier signo de poder, aspiración que se puede lograr mediante la educación y el humanismo. Léase su ensayo "Education on the Nonverbal level" (1963). Pero por desgracia, como ha ocurrido, en buena medida, con otra filosofía, la del cristianismo, el anarquismo ha sido liderado por políticos, no por filósofos ni humanistas, y, por ende, tanto el propio término como la filosofía han sido corrompidos por líderes ansiosos de poder a cualquier precio. Para muchos, desgraciadamente, hoy día el término 'anarquismo' es sinónimo de 'violencia' o 'caos'. Ideas muy alejadas de
l verdadero origen y fin de una filosofía del pacifismo que sólo puede dar fruto en un mundo sin líderes, sin políticos, sino con seres humanos, formados en el humanismo que únicamente nace de la educación. Huxley interpretó el anarquismo como lo que realmente era, pacifismo. Y un verdadero anarquista, por tanto pacifista, no puede aceptar ninguna versión de 'nacionalismo', porque la guerra no sólo se hace arrojando bombas, también se hace arrojando a unos ciudadanos contra otros. En una se destruyen ciudades enteras, en la otra se crea una fractura social. El nacionalismo existe mientras sigan existiendo los políticos y haya confiados ciudadanos que los suban al poder. Huxley sencillamente despreciaba los nacionalismos tanto como a los mediocres políticos que sólo existen gracias a la fractura social que crean. ¿Cómo no iba a despreciar el nacionalismo si no creía en el concepto de nación? Según Huxley, la verdadera y buena 'utopía' llegará cuando no existan fronteras ni países, sino un país único, de todos, un mundo de seres humanos viviendo de una vez en paz. En su artículo "What Are you Going to Do about it? The Case for


Constructive Peace" (1936) nos da una idea de la importancia de la educación y los valores culturales para elevar el sentido espiritual del ser humano y, dicho sea de paso, para liberarnos de la falacia política. Estamos aún a tiempo de  hacer de la educación nuestra mejor bandera, para no seguir subyugados, como adocenados esclavos, al poder político: "Un estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el que el todopoderoso ejecutivo de los jefes políticos y su ejército de dirigentes controlen una población de esclavos que no ha de ser coaccionada, puesto que ama su servidumbre" (Prólogo a Un mundo feliz, 1946). Su novela Ciego en Gaza (1936) expone brillantemente la falacia nacionalista: "The nationalistic radicals had their way, with the consequences that we all know, Bolshevism, Fascism, inflation, depression, Hitler, the Second World War, the ruin of Europe and all but universal famine".