martes, 17 de noviembre de 2015

EL TIEMPO DEBE DETENERSE (1944)

     Sebastian Barnack, el protagonista de la novela, no es sólo el altera ego de un joven Aldous Huxley, sino de todos y cada uno de nosotros los lectores que nada más abordarla nos reconocemos en él, sin distinción de sexo, raza o ideología (en el caso de tenerla). Es una obra, como todas las huxlianas, de ideas, de filosofía. Por lo tanto, esta obra no debe ser leída únicamente por su ficción, es decir, por su trama, sino fundamentalmente por el desarrollo de sus personajes y el mensaje de la misma. Podríamos incluso afirmar que estamos ante todo un tratado filosófico, por encima de una novela al uso. Aunque Huxley, evidentemente, pretende contarnos una historia. 
     
   Si contarnos su historia fuese lo que realmente importara a Huxley, podría haberlo hecho en 10 o 15 páginas, dado que atendiendo a la trama de la misma, poco sucede o acontece como para sorprendernos. Los personajes son portavoces, o mejor dicho, altavoces de la filosofía que Huxley sí pretende explicar, con una clara exposición de su particular visión del mundo. Todos estos, a su vez, son encarnaciones o «avatares» que acaban convirtiéndose en verdaderos arquetipos de su filosofía: nos encontramos a Eustace, un ateo moralmente depravado para quien el verdadero sentido de la vida reside únicamente en el placer más gratuito; al espiritual e ilustrado Bruno; a la figura maternal y sentimental de Mrs. Ockham; y la cínica entre los cínicos, a la invulnerable e irreductible -en el sentido más pesimista-, inmoral y adúltera Mrs. Thwale.  
     Pero ¿quién es Sebastian Barnack?, es un joven puritano de 17 años, virgen -en todas las acepciones del término- como lo era en la época retratada el propio Aldous Huxley, y aprendiz de todos ellos. Al trazarnos semejante fauna humana, Huxley ofrece , dentro de este curioso microcosmos, una análisis transversal de su mundo, de su época y del curso de la humanidad. 
     
Starting Over, by Alison Snowball (Inspired on Huxley's novel).
Llegado al epílogo de la novela, el lector se encuentra a un Sebastian Barnack mucho menos locuaz y dubitativo, el Sebastian Barnack del final ha tomado nota y conciencia del verdadero sentido de la vida. Es cierto que muchas de las ideas presentes en la novela ya habían sido ampliamente desarrolladas en La filosofía perenne y que, tal vez, pueda entenderse mucho mejor tras una lectura previa del mencionado ensayo espiritual de nuestro autor, fascinado con las filosofías hinduistas  budistas también presentes en la novela. Toda aquella persona que quiera replantearse los verdaderos misterios de la vida y la muerte encuentra aquí uno de las mejores novelas. La obra es una profunda exploración de las creencias budistas acerca de la vida y la muerte, así como de la continuación de la existencia y de una conciencia individual y universal más allá de la existencia de nuestro disfraz material, de nuestro cuerpo, de nuestra efímera existencia terrenal. 
     Por cierto, como suele ser habitual en Huxley, el título, «Time Must Have a Stop», procede de una obra de Shakespeare, en esta ocasión de la escena cuarta, del acto quinto de la primera parte de Enrique IV, cuando Hotspur, el hijo y heredero del conde de Northumberland, declara agonizante tras ser derrotado en duelo: «But thought's the slave of life, and life time's fool; And time, that takes survey of all the world, Must  have a stop» ('El pensamiento es el esclavo de la vida, y la vida sigue como tonta al tiempo, que tras pasar revista a todo el mundo, Debe detenerse').

Poster of Shakespeare's  Henry IV (Late Nineteenth Century).